Saber qué oportunidades aceptar y cuáles rechazar puede ser todo un desafío. Pero ser prudente a la hora de tomar decisiones puede marcar la diferencia entre una vida de éxitos y satisfacciones y una que no esté a la misma altura. Para sopesar mejor las decisiones y ser más selectivo al evaluar las oportunidades que realmente suponen un beneficio, se puede hacer lo siguiente.
Ser más inteligente que el principio del hedonismo, esa tendencia de los seres humanos a buscar el placer y evitar el dolor. Al tomar una decisión, podemos preguntarnos cómo nos sentiríamos si está oportunidad fuera para la próxima semana, por ejemplo, y no en un futuro lejano. Si no nos sentimos especialmente entusiasmados con las oportunidades que se nos presentan, la respuesta debe ser un no.
Estimar el tiempo necesario (con un margen amplio). Se debe tener en cuenta todo el trabajo que va a implicar una oportunidad antes de pensar en sus posibles ventajas, por ejemplo, cuánto tiempo quitará de la rutina de trabajo. ¿Puedes permitirte encajar este compromiso en tu agenda?
Adoptar algunas reglas estrictas. Al desarrollar tus propias reglas, ten en cuenta tus puntos fuertes y el tipo de actividades que te motivan y di sí a las oportunidades que realmente te reportarán un beneficio.
Para saber cómo sopesar mejor las decisiones y ser más selectivo a la hora de evaluar las oportunidades que realmente reportarán un beneficio, hemos consultado a un grupo de personas exitosas para que nos cuenten cómo toman decisiones.
Estos son los consejos que nos parecieron más útiles.
Una de las trampas en las que se suele caer, es decir que sí a una oportunidad simplemente porque se encuentra en un futuro lejano y la agenda está aún vacía. Rellenarla hace sentir más productivo.
Se suele pensar, Pues sí, parece interesante y además tengo tiempo.
Además, decir que sí es más fácil que decir que no. Requiere menos tiempo y no hace falta dar explicaciones. Pero, cuando el evento está por llegar, comienza a haber una sensación de arrepentimiento de la decisión, ya que el tamaño de la agenda se ha vuelto completamente abrumador.
Sigmund Freud hizo referencia a estos “beneficios a corto plazo, dolores de cabeza a largo plazo”, como el principio del hedonismo, nuestra tendencia como seres humanos a buscar el placer y evitar el dolor. Cuando de inmediato se responde que sí, se genera una respuesta positiva por parte de la otra persona, lo que hace sentir bien. Sin embargo, el problema se presenta más adelante, cuando se debe acabar con lo que se ha empezado.
Te contamos una manera de cortar el círculo, comienza a hacerte tres preguntas antes de responder de forma afirmativa a las peticiones: Si esta oportunidad o evento se diera el próximo martes, ¿cómo te sentirías? ¿Dirías algo así como “¡Por Dios! ¡Qué ganas tengo!” ¿O lo estarías pasando mal?
Si no te sientes especialmente entusiasmado con la oportunidad que se te presenta, ya tienes clara la respuesta. Si también tienes dificultades para decir que no, es una estrategia altamente recomendada.
Te presentamos El iceberg del sí. Cuando se valora hacer algo, un proyecto, trabajo voluntariado, etc., nos centramos en lo que más entusiasma. Empatando con la metáfora del “Iceberg del sí”, solo vemos la punta más brillante que se encuentra sobre el nivel del agua. Sin embargo, la parte del tiempo que nos ocupará el compromiso está oculta debajo de la superficie. A continuación, te dejamos una imagen ilustrativa y te recomendamos considerar todo el trabajo que se va a requerir antes de pensar en las partes que te entusiasman, ten en cuenta cuánto tiempo te quitará de tú rutina de trabajo. Recuerda contemplar todos los puntos anteriores, tú tienes el poder de elegir para tomar decisiones acertadas.